Cuando comenzamos el camino de la liberación para salir de las penas y opresiones que nos limitó la paz, nos vimos reflejados en personas, sucesos, acontecimientos o lo que la vida se encargó de insertar , pero con la única finalidad de que estuviesen para que pudiéramos vernos en nuestra verdadera magnitud de esencia.
Al ser humanos y relacionarnos todo el tiempo, los alicientes externos fueron los que nos indujeron e indicaron el movimiento interior, porque los sentidos captaron la mayor sensibilidad para comenzar a conocernos. Penetró por los ojos lo agradable o desarmónico, de la escucha el aturdimiento o las dulces melodías del amor y del tacto la vibración de frecuencias en cada célula y así, con los estímulos externos comenzamos a armar primeramente desde la mente las particularidades alcanzables o remotas, los primeros armados y vestigios de historias, suposiciones, anhelos, uniones.
Hicimos una conglomeración de deseos y mientras pudimos mantenernos en la elevación recorrimos el universo de Dios con libertad y audacia.
Logramos dejar de lado la opresión de la forma que nos enmarcó tanto tiempo, los deberes del ser y el hacer, los rótulos, y los quebrantos que día día fueron sucediendo nos afianzó para sentirnos libres de las ataduras de la razón y vivir la ilusión con la cuál soñabamos siempre y no nos animábamos a descubrir.
De esta manera, fuimos dándole forma a lo que nuestra alma quiso manifestar, pero con sorpresa y desánimo fuimos advirtiendo que no alcanzó cuando la faceta física difirió mucho de su contenido abstracto.
Supusimos y afinamos los sentidos, descubrimos que intuimos, que tuvimos percepciones y nos abrimos como una flor a punto de dar a luz un nuevo aroma , y estuvimos tan predispuestos al amor que acompañamos el trayecto de los otros como si fuera propio.
Inconscientemente necesitábamos sentir que pasaban por nuestras mismas vivencias, que pensaban diferentes a como actuaban, nos sentimos liberadores al querer ayudarlos a salir de la oscuridad y, aunque pudimos continuar sin tener respuestas, no perdimos las esperanzas de estar haciendo un camino conjunto de evolución hacia Dios.
Sin embargo, el tiempo fue pasando y nada cambió, seguimos nosotros con nosotros mismos, lo que se armonizó arriba no bajó al aspecto humano y lentamente, con dolor y cierta resignación, nos fuimos dando cuenta que la historia forjada en nuestro ser nos perteneció sólo a nosotros porque del otro lado no había nadie.
Las ilusiones decayeron, la capacidad de volar disminuyó y la cruda realidad nos dio un acercamiento físico diferente a este plano que quedamos pendiendo de un hilo de salvación.
Nos preguntamos por qué tanto camino recorrido, a quién teníamos que encontrar, a quién movilizar, a quién perdonar, y a quién conocer, y nos dimos cuenta que a quien teníamos que mayormente reconocer es a nosotros mismos para observarnos en todas las facetas, pasar las dualidades y saber hasta donde eramos capaces de dar para llegar a la unidad.
Las explicaciones de por qué las otras personas actuaron de una manera determinada no hizo a nuestra historia y es por ello que no encontramos las respuestas que quisimos , pero lo que hicimos nosotros con las actitudes hacia esos hechos , sí fueron nuestras y por lo tanto respondimos por ellas.
Mirar para el costado en la escuela de la vida nos trajo una franca sorpresa de desilusión inesperada al no encontrarnos con lo que soñábamos.
No tuvo que existir necesariamente historias similares para llegar a la comprensión, sino frecuencias que llegaran a una misma sintonía pero no exclusivamente por el mismo camino. Y la capacidad de todo lo aprendido y aprehendido es lo que nos dio la sabiduría interior para dejar de creer que fue en vano lo hecho, el esfuerzo, la dedicación, la paciencia.
En el nivel mental estuvimos y permanecemos aún muy separados, pero en el espiritual estamos unidos aunque no lo sepamos, y si no hay una conjunción plena de todos los aspectos no vamos a poder combinarnos en fusión de amor completa hacia nosotros mismos, los demás y hacia Dios.
Dejemos de penar, el dolor trae el conocimiento y la práctica de saber que hacer cuando vuelve nuevamente. Quizás algún día la historia pueda escribirse de a dos, tres o muchos pero mientras seamos nosotros los que estamos tras la comunicación en todos los niveles sin poder llevarlo a cabo , lo que surja por más auténtico que pareciera si no tiene realización a nivel físico, mental y espiritual pierde el valor fundamental para generar la unión deseada.
Aunque aún duela, sigamos sin entender, y estemos sumamente cansados de dar tanto y no recibir, no perdamos de perspectiva que todo el movimiento estuvo en nosotros para que podamos conocernos quienes somos en realidad bajo el Sol Grande del Universo del Dios.
El aspecto humano nos limitó a creer que se trataba de relaciones perfectas que si bien algún día quizás puedan ser, no lo son mientras no se genere la reverberación de las energías iguales que vibran al unísono.
Cuerpo, mente y alma...el cuerpo siente con todos los sentidos, toca, se estremece, la mente acompaña el cuerpo en el movimiento y está atenta a los requerimientos de lo etéreo y el alma, que está junto a Dios encuentra su realización plena encarnada en todas las facetas .....
Unión....Amor...Dios....primero dentro de nosotros mismos, y quizás algún día con quien por caminos diferentes llegó a la misma situación de conocimiento interior para dar paso como continuación natural al amor más puro y noble del reconocimiento pleno y mutuo entre los seres humanos con una esencia divina.
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