En muchas ocasiones vimos que tuvimos la gran virtud de ir hacia adelante , equilibrando nuestras facetas pero que, sin embargo no pudimos dejar
de sentir esa sensación de agotamiento de uno mismo.
Descubrimos que pudimos elevarnos y mantenernos en lo alto para no
ser afectados pero que, como rueda repetitiva de la vida, se presentaban los mismos inconvenientes que creíamos superar y no obstante seguían ahí sin poder
evitar cansarnos reiteradamente.
Estuvimos en un
aprendizaje y, aunque nuestros conocimientos hayan afianzado nuestros saberes ,
no pudimos dejar de reconocer que existían condiciones humanas que nos recordaban permanentemente que teníamos una naturaleza humana que aceptar, sin que por
ello quedásemos perdidos entre las emociones, el desánimo y los deseos
inconclusos.
Nuestra mente generaba tantos pensamientos conflictivos,
cuestionadores y de insatisfacción durante
tanto tiempo que no aprendía a liberarse
sin creer que por ello perdería el control de la vida y, con conductas repetitivas
atraía lo que le dijeron que debía ser, acoplándose de esa manera a una visión
acotada y formal de la existencia.
También aprendía a
involucrarse con los pensamientos
ajenos y temía el que dirán armando opiniones y sentencias
que creía que la devastarían actuando en consecuencia con ataduras a lo conocido para no innovar y permitir que una fuerza liberada generase algún cambio.
Ante lo evidenciado, pudo advertir que para dar paso a una
nueva conducta de pensamientos requería agotar esos viejos patrones de
reflexión y que como seres integrales, el acompañamiento tendría que ser desde todos los aspectos para poder renacer también en conjunto.
Y es así que dejó decantar y sentir ir hacia atrás, experimentando el estar quieta sin avanzar y transmutando lo que daría cabida
a una nueva manera de percibir la vida pudiendo ir libre de los pensamientos
propios y ajenos.
Poder acercarnos cada vez más a nuestra esencia libre de
pensamientos nos permitió tener una fluidez menos abierta quizás con los demás
pero más amplia, fluida, pura y transparente con nuestro interior y con Dios.
Supimos que si insistíamos en acotar con la mente la comunicación
con nuestra sabiduría interna de Dios , el pasaje se reduciría al querer darle
forma y dirección, y aunque supimos que la razón nos sirvió para determinaciones
y decisiones necesarias a este plano, advertimos que su intervención en lo etéreo nos traería
más cansancio del experimentado.
La nueva comunicación viene libre de prejuicios y
desavenencias, y si para ello sigue siendo necesario el agotamiento de uno mismo
sigamos transitando el hastío que dará paso a una nueva manera de VER la vida
con los ojos del alma.
Todo tiene su tiempo adecuado y el de cada uno de nosotros
llegará en su momento justo...
Aprendimos a purificar desde el Cielo a la Tierra, dejemos
que el cansancio transmute y transforme
en la Gracia de vivir como almas con un cuerpo humano.
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