No llegar a ver lo positivo de
las situaciones, el valor que tienen aunque no las veamos favorables y no
percibir que pueda existir un cambio beneficioso nos lleva a sentirnos
sumamente desesperanzados y perder de vista el horizonte.
Si partimos de relacionar las emociones como positivas y
negativas nos ubicamos nuevamente en la postura de distinguir lo bueno de lo
malo, lo correcto de lo incorrecto y la creencia de sentir que
comenzamos mal parados va a generar que nos miremos y veamos disgregados por
más esfuerzos que hagamos.
Llegar a despojarnos de todo y amar todo es el punto de
partida para lograr un verdadero cambio. Muchas veces pensamos que si no
hacemos y actuamos, nada va a venir naturalmente y, sin embargo muchas veces no
es tan así.
Existen eventos que podemos revertir y otros que no ,y saber
discernirlos es el equilibrio que necesitamos, aunque tengamos que estar
a la espera del acomode de lo que no está en nuestras manos.
Lo mismo pasa con los pensamientos. Dejarlos ser es la
manera que puedan encontrar su cauce pero, diferenciarlos y juzgarlos, es la
manera en que también la balanza nos pondrá de un lado o del otro.
La desesperanza no es más que la confusión de creer que nada
está en su justo lugar y quizás ni lo vaya a estar.
Dejar fluir lo que sea hará que vaya decantándose para
quedar solamente lo verdadero y auténtico de nosotros.
La capacidad de comprender los principios básicos ya los
aprendimos porque vivimos en un mundo donde nada se escapa al enjuiciamiento y
diferencias. De esta forma sólo restaría elevarnos para darnos cuenta que en
realidad no existen tales juicios ni discriminación porque la esencia de
nuestro ser cuando está libre de lo que necesitó para su formación es tan pura
y diáfana que no hace un orden de prioridades, ni descalifica, ni sentencia ni
decreta.
La desesperanza es la no creencia que nosotros mismos
podemos hacer cambios desde adentro y en consecuencia cambios afuera.
Tener crisis de fe, de creencias , sentir que hemos sido abandonados
es la "muerte" del Dios de afuera que creímos que nos albergaba como
padre a su hijo aisladamente. Le dimos dimensiones humanas y acotadas y al no
ver con nuestros ojos perdimos la esperanza, la ilusión, la perspectiva y la
confianza.
LLoraremos lo necesario y nos acongojaremos hasta que el
duelo esté hecho. No hay nadie malvado que quiera que suframos ni nadie que nos
observe despiadadamente. No tenemos cruces por llevar más que la de las
emociones y creencias mal encauzadas.
Este proceso persiste y mucho, porque estuvimos toda nuestra
vida viviendo para el afuera y es entendible que cuando queramos mirarnos nos
resulte extraño.
No enseñaron a ni intentar a jugar a ser dioses
y con ese concepto nunca vamos a poder creer verdaderamente en nosotros. Quizás
fue necesario en su momento adquirir limitaciones para que el ego, esa parte
nuestra del deber, ser y querer egoísta, pudiera entender donde ubicarse sin
pretender aniquilar y devastar todo , pero si logramos que quede a disposición
del alma, ya no hay que defenderse, excusar ni estar atentos a lo que pasa.
Es ahí donde Dios puede desplegarse sin interferencias , ni
miedos ni condiciones, sólo con Su Grandiosidad y Amor Eterno..
Y si es necesario volveremos a recordar que no somos
nuestras creencias, pero sí que influyeron tanto en nosotros
que, muchas veces llegamos a desconocer el potencial que tenemos dentro.
La impronta de siempre de tener que ser fuertes nos denota
su contrapartida: sentir que en el fondo somos débiles, que caemos ante eventos
que nos afectan y que por esa fragilidad no podemos insertarnos firmemente en
nuestro ser.
Si cuando somos pequeños o cuando nos estamos formando
tenemos alrededor personas que nos dicen, demuestran y permanentemente nos dan
el mensaje que no tenemos fortaleza y nos recriminan nuestro actuar
o reacción por la flojedad de los mismos, es probable que para revertirlo
de grande necesitemos muchas experiencias y vivencias que nos demuestren lo
contrario.
No hacer ciertas cosas no tiene que ver con que no podemos,
quizás no queramos y es válido , por lo tanto, no tenemos por qué creer que
existe una falta de disposición a ser valientes o que nuestra naturaleza está
asociada a la incapacidad .
Tal vez estemos dudosos, tengamos temores,
no podamos ver con claridad , pero no el llegar a creer que no somos los
artífices de nuestras decisiones que pueden requerir su tiempo pero que, a la
corta o a la larga , significarán la potencia, ánimo y garra que en verdad
tenemos dentro.
Es cierto que en reiteradas ocasiones nos llegamos a sentir
con cierta debilidad pero como producto del cansancio y desorden que estamos
vivenciando en nuestros pensamientos y que tienen que ver con fortalezas mal
dirigidas que le quitan energía a esa otra parte que necesita cimentarse y
afianzarse.
Si creo que debo tener vigor en lo relacionado a ciertas
cuestiones y deposito todo allí , es probable que aquello que no deseo mirar en
algún momento me enfrente sin quererlo y cuando tengo que resistir no tengo la
fuerza necesaria para hacerlo. De esta forma me creo débil, sin poder manejar
mi propia vida cuando en realidad tiene que ver con el equilibrio necesario
para mantenernos en una cierta estabilidad.
No hay nada que pueda más que la esencia del interior
porque aceptar las emociones, por más nefastas que sean no es sinónimo de
debilidad ya que no somos eso que vivimos momentáneamente.
Si tenemos miedo no somos miedosos, sólo necesitamos tiempos
para afrontarlo y no para que nos descalifiquen...
Si nos cuesta enfrentar una determinada situación no
significa que seamos débiles, sólo requerimos de una transición que nos ayude a
afirmarnos un poco mejor.
Si amamos con todo nuestro ser y seguimos llorando por
no estar con la persona amada no somos obsesivos y egoístas , sólo dejamos fluir
lo que sentimos hasta que pueda reacomodarse y , en consecuencia, dejar de
dañarnos.
Si pudiéramos comprender cómo funcionamos en realidad
entenderíamos que los calificativos, adjetivos y títulos sólo nos sirven para
destruirnos y separarnos aún más.
Las comparaciones son el punto de inflexión que no nos
permite que podamos comunicarnos como seres humanos integrales en
igualdad de condiciones.
No importa que opinen las otras personas de nosotros porque
tampoco somos eso que crean en sus mentes ,y si no llegan a ver nuestra
verdadera esencia, es porque en realidad no nos conocen , y menos aún
reconocen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario