jueves, 19 de abril de 2012

Desandar la desesperanza y debilidad


No llegar a ver lo positivo de las situaciones, el valor que tienen aunque no las veamos favorables y no percibir que pueda existir un cambio beneficioso nos lleva a sentirnos sumamente desesperanzados y perder de vista el horizonte.

Si partimos de relacionar las emociones como positivas y negativas nos ubicamos nuevamente en la postura de distinguir lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto y  la  creencia de sentir que comenzamos mal parados va a generar que nos miremos y veamos disgregados por más esfuerzos que hagamos.

Llegar a despojarnos de todo y amar todo es el punto de partida para lograr un verdadero cambio. Muchas veces pensamos que si no hacemos y actuamos, nada va a venir naturalmente y, sin embargo muchas veces no es tan así.

Existen eventos que podemos revertir y otros que no ,y saber discernirlos es el equilibrio que necesitamos,  aunque tengamos que estar a la espera del acomode de lo que no está en nuestras manos.

Lo mismo pasa con los pensamientos. Dejarlos ser es la manera que puedan encontrar su cauce pero, diferenciarlos y juzgarlos, es la manera en que también la balanza nos pondrá de un lado o del otro.

La desesperanza no es más que la confusión de creer que nada está en su justo lugar y quizás ni lo vaya a estar.
Dejar fluir lo que sea hará que vaya decantándose para quedar solamente lo verdadero y auténtico de nosotros.
La capacidad de comprender los principios básicos ya los aprendimos porque vivimos en un mundo donde nada se escapa al enjuiciamiento y diferencias. De esta forma sólo restaría elevarnos para darnos cuenta que en realidad no existen tales juicios ni discriminación porque la esencia de nuestro ser cuando está libre de lo que necesitó para su formación es tan pura y diáfana que no hace un orden de prioridades, ni descalifica, ni sentencia ni decreta.

La desesperanza es la no creencia que nosotros mismos podemos hacer cambios desde adentro y en consecuencia cambios afuera.

Tener crisis de fe, de creencias , sentir que hemos sido abandonados es la "muerte" del Dios de afuera que creímos que nos albergaba como padre a su hijo aisladamente. Le dimos dimensiones humanas y acotadas y al no ver con nuestros ojos perdimos la esperanza, la ilusión, la perspectiva y la confianza.

LLoraremos lo necesario y nos acongojaremos hasta que el duelo esté hecho. No hay nadie malvado que quiera que suframos ni nadie que nos observe despiadadamente. No tenemos cruces por llevar más que la de las emociones y creencias mal encauzadas.

Este proceso persiste y mucho, porque estuvimos toda nuestra vida viviendo para el afuera y es entendible que cuando queramos mirarnos nos resulte extraño.

No enseñaron a ni intentar a jugar a ser  dioses  y con ese concepto nunca vamos a poder creer verdaderamente en nosotros. Quizás fue necesario en su momento adquirir limitaciones para que el ego, esa parte nuestra del deber, ser y querer egoísta, pudiera entender donde ubicarse sin pretender aniquilar y devastar todo , pero si logramos que quede a disposición del alma, ya no hay que defenderse, excusar ni estar atentos a lo que pasa.
Es ahí donde Dios puede desplegarse sin interferencias , ni miedos ni condiciones, sólo con Su Grandiosidad  y Amor Eterno..



Y si es necesario volveremos a recordar que no somos nuestras creencias,  pero  sí  que influyeron tanto en nosotros que, muchas veces llegamos a desconocer el potencial que tenemos dentro.

La impronta de siempre de tener que ser fuertes nos denota su contrapartida: sentir que en el fondo somos débiles, que caemos ante eventos que nos afectan y que por esa fragilidad no podemos insertarnos firmemente en nuestro ser.

Si cuando somos pequeños o cuando nos estamos formando tenemos alrededor personas que nos dicen, demuestran y permanentemente nos dan el mensaje que no tenemos fortaleza  y  nos recriminan nuestro actuar o reacción por la  flojedad de los mismos, es probable que para revertirlo de grande necesitemos muchas experiencias y vivencias que nos demuestren lo contrario.

No hacer ciertas cosas no tiene que ver con que no podemos, quizás no queramos y es válido , por lo tanto, no tenemos por qué creer que existe una falta de disposición a ser valientes o que nuestra naturaleza está asociada a la incapacidad .

Tal vez  estemos dudosos,  tengamos temores,  no podamos ver con claridad , pero no el llegar a creer que no somos  los artífices de nuestras decisiones que pueden requerir su tiempo pero que, a la corta o a la larga , significarán la potencia, ánimo y garra que en verdad tenemos dentro.

Es cierto que en reiteradas ocasiones nos llegamos a sentir con cierta debilidad pero como producto del cansancio y desorden que estamos vivenciando en nuestros pensamientos y que tienen que ver con fortalezas mal dirigidas que le quitan energía a esa otra parte que necesita cimentarse y afianzarse.

Si creo que debo tener vigor en lo relacionado a ciertas cuestiones y deposito todo allí , es probable que aquello que no deseo mirar en algún momento me enfrente sin quererlo y cuando tengo que resistir no tengo la fuerza necesaria para hacerlo. De esta forma me creo débil, sin poder manejar mi propia vida cuando en realidad tiene que ver con el equilibrio necesario para mantenernos en una cierta estabilidad.

No hay nada que pueda más que la esencia del interior  porque aceptar las emociones, por más nefastas que sean no es sinónimo de debilidad ya que  no somos eso que vivimos momentáneamente.

Si tenemos miedo no somos miedosos, sólo necesitamos tiempos para afrontarlo y no para que nos descalifiquen...

Si nos cuesta enfrentar una determinada situación no significa que seamos débiles, sólo requerimos de una transición que nos ayude a afirmarnos un poco mejor.

Si amamos con todo nuestro  ser y seguimos llorando por no estar con la persona amada no somos obsesivos y egoístas , sólo dejamos fluir lo que sentimos hasta que pueda reacomodarse y , en consecuencia, dejar de dañarnos.

Si pudiéramos comprender cómo funcionamos en realidad entenderíamos que los calificativos, adjetivos y títulos sólo nos sirven para destruirnos  y separarnos aún más.

Las comparaciones son el punto de inflexión que no nos permite que podamos comunicarnos  como seres humanos integrales en igualdad de condiciones.

No importa que opinen las otras personas de nosotros porque tampoco somos eso que crean en sus mentes ,y si no llegan a ver nuestra verdadera esencia, es porque en realidad no nos conocen , y menos aún reconocen.


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