Si seguimos mirando para atrás y continuamos recorriendo
nuestras vidas, advertiremos que cada suceso, acontecimiento y persona que han
pasado por ella, nos fue dejando un aprendizaje, a veces muy
reconfortantes y otros con matices amargos que, acorde a esas vivencias
nos posicionará con aceptación, resignación, como experiencia a una enseñanza o
como trauma no superado y doloroso de recordar.
Toda pérdida necesita su duelo, y a cada uno nos llevará
mayor o menor tiempo pero, aunque no hagamos nada , el ser humano con su
instinto de supervivencia creará como pueda sus propios mecanismos
de superación.
Ante lo que alguna vez nos tocó muy de cerca para
aprender alguna lección de lo que aún nos quedó pendiente para lograr el
equilibrio y estabilidad del ser, con el tiempo se va ubicando como capítulos
importantes de nuestro transitar, que si no requieren revisión quedarán
sólo como recuerdos a ese aprendizaje en la escuela de la vida.
Si podemos entender que las personas que formaron parte de
esos acontecimientos no son ni buenos ni malos, sino compañeros de viaje
a un mundo mejor dejaríamos de juzgar o sentenciar lo que pudo haber llegado
como poco agradable dándole una resignificación impersonal que nos
adentró a nuevas sabidurías.
Quizás por eso pareciera que todo tiene tanto movimiento que
hasta las mismas personas pasan de largo y lo que nos unió en algún
momento que creímos que nunca desaparecería, se esfumó dando paso a nuevas
oportunidades y horizontes.
En realidad si observamos con detalle lo que nos pudo
distanciar más allá de acontecimientos puntuales de distancias físicas ,
podremos captar que al ir vibrando en diferentes sintonías, ni supremas ni
pésimas sino distintas, lo que fue satisfactorio en algún momento de
nuestras vidas dejó de serlo para uno posterior. Aunque no seamos
conscientes el ser humano busca trascender lo que ya no es propicio para el
cuerpo, mente y espíritu pero al estar involucradas dos personas la asimilación
de los aprendizajes puede no ser el mismo y de esa forma generarse dicho
alejamiento.
Ni los sucesos ni las personas son descartables , sólo tiene
un valor por sí mismo que puede o no estar acorde a nuestros pensamientos y
esas afinidades o desvinculaciones serán los que nos unan o queden en la
memoria sólo como un evento más de nuestras vidas.
Nada es tan exclusivamente personal para dar por asentado
que lo que la otra persona nos propició haya sido con la intención de
malograrnos y frustrarnos sino que, al hacer su propio camino de
amores y espinas, se va viendo reflejado en los otros y entre esos otros
quizás también nos toque a nosotros.
Vamos por la vida encontrándonos con las personas
adecuadas para nuestro crecimiento y hasta que no nos podamos desprender de lo
personal como sinónimo de apego es posible que cada encuentro lo vivamos con
mucho dolor y cansancio.
Dios y la vida utiliza medios, herramientas y canales
para manifestarse y si logramos ver en cada uno de ellos el valor real por el
cuál están delante nuestro, descomprimiríamos el hacer exclusivas a personas
que están haciendo el mismo recorrido que nosotros.
Sólo cuando hubiéremos alcanzado la unidad plena , el
equilibrio justo, la sabiduría divina y el reconocimiento propio y en todo lo
que nos rodea, podremos unirnos con quien también haya llegado al mismo escalón
evolutivo pero ya no para vernos reflejados y seguir aprendiendo con el dolor
sino para fusionarnos e iluminar el universo con el amor más puro, claro y
transparente que Dios nos hizo conocer en nuestro interior primero para poder
experimentarlo después por nuestros semejantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario