Y porque no se puede distinguir ni abrir juicios sobre el camino ajeno que no existe el bien ni el mal, sino lo que será apropiado a una u otra persona.
Los extremos con sus prejuicios y separaciones fueron invenciones realizadas por el hombre mismo que discriminó acorde a su voluntad lo que le convenía y de ese modo, los que posteriormente seguimos esa huella no tuvimos otra opción de elegir al no conocer otra manera de percibir la realidad.
Nadie nos separa, nosotros mismos desde la compleja trama psíquica, nos creamos nuestra propia isla de creencias que nos distancia de quien está a nuestro lado y al no poder imponer esa peculiar forma de ver la vida, o descalificamos otras convicciones u oprimimos para que piensen y sientan como nosotros.
No soportamos que nos digan algo diferente y nos resistimos a los cambios, cargamos con la visión acotada y vamos pregonando que es la manera en que seremos felices, sin percatarnos que lo que puede hacernos dichosos a nosotros puede no hacerlo a quienes tenemos alrededor.
Las fricciones de esas diferencias nos trae el dolor cuando aún no pudimos elevarnos lo suficiente de nuestra condición limitada y no comprendemos y, con esa impronta, nuestra propia vida se nos viene como un aluvión de sensaciones y emociones muy difíciles de asimilar por momentos.
Vamos transitando el camino con simpleza o complicaciones, algunas veces mirándonos sólo a nosotros mismos, otras viendo como podemos ayudar a quien pueda estar aún más confundido pero, como sea, vamos haciendo lo mejor que podemos al momento acorde a nuestra capacidades, fortalezas, y desánimos que nos llegan como experiencias de vida.
Podemos creer en la existencia de un Dios, quizás captar que existe algún Ser Superior que nos observa o entregar la vida por el Ser Divino que nos conmueve tanto con Su Amor pero, más allá de toda creencia , no hay nadie que pueda venir a decirnos de que se trata el vivir como una verdad irrefutable porque cada uno sentirá desde su propia alma cuál será la luz que deseará alcanzar algún día.
Solos, acompañados, riendo, llorando, con actitudes selectivas o pensamientos permeables formamos parte de un Todo con una misma naturaleza humana y espiritual y aunque requiramos aceptar nuestra condición psicológica y actuar en pos del beneficio propio y ajeno no implica tener que perdernos entre lo que pensamos y sentimos.
Los recorridos son individuales pero la red en el cuál estamos insertos es universal y nuestro gran desafío tiene relación no sólo con nuestra propia superación sino, con hacer óptima las relaciones aún en las peores circunstancias de diferencias teniendo que adaptarse a las circunstancias de cada esfera y densidad de existencia.
Por eso insistentemente no podemos dejar de ver el denominador común que nos une consciente e inconscientemente y que nos realza el brillo que nos pertenece desde siempre: EL AMOR DE DIOS, tu Dios, el de la forma, el de la no forma, el que armamos con nuestros miedos, el que viene libremente a nosotros en formas sutiles , el que vibra en nuestros corazones, el que ACEPTA SIN IMPONER CONDICIONES A LA ESPERA PACÍFICA DE QUE SALGAMOS DE NUESTROS PROPIOS ENREDOS.
Es el Dios del Todo que habita en la esencia de nuestra alma más allá de toda creencia, es el SEÑOR DE LA VIDA que cada amanecer anuncia que, VIVE...
No hay comentarios:
Publicar un comentario