jueves, 19 de abril de 2012

Desandar los laberintos de la mente

En nuestros primeros pasos en la vida, junto con los afectos, tuvimos que ir adaptándonos a una forma determinada de vivir que, acorde a nuestra naturaleza humana y  descubrimientos de la personalidad, nos fue marcando la posterior manera de actuar que nos nos ubicaría en un lugar determinado dentro de la escuela de aprendizajes.

Fue necesario adquirir mucha norma, disciplina, orden y  obediencia, porque la mente al estar en estado puro, tuvo que ser orientada con la distinción del bien y el mal, y  la discriminación de lo apropiado e inapropiado para no salirse del cauce de un bienestar que fuera en pos del  respeto hacia uno mismo y hacia los demás.

Sin embargo, fueron tantos los conocimientos que tomamos del afuera, sumado a nuestra compleja trama psíquica, que a los hechos puntuales vivenciales, se le agregó la que el subconsciente  alojó dentro, en relación a lo que captó de cada situación.

En esa aprehensión que entró sin filtros a nuestra razón,  se construyó infinidades de imágenes  y conceptos que posteriormente desde nuestra consciente fuimos eliminando, transformando o solamente ocultando. Los hechos más traumáticos fueron alojados en ese inconsciente y  al desconocer su existencia,  en muchas ocasiones salieron  con comportamientos y actitudes hacia el afuera que  mostró una forma de ser haciéndonos creer que eramos tal cuál nos expresábamos.

Nuestra mente armó lo que vio, lo que le enseñaron y como pudo hizo una traducción entre las emociones y la disciplina propia y ajena, dejando de ese modo de lado la faceta sensible guardada en algún lugar donde no sea lastimada.

Así es como comenzamos a relacionarnos unos con otro, y ante diferencias conceptuales mentales fuimos intentando imponer ideas y creencias que creímos que eran únicas y que l hicimos categóricas, generando de esa manera discordia interna o externa donde una corriente viniera diferente a la nuestra.

Pero un día el flujo de la vida nos fue dando tantos golpes y tuvimos tantas caídas que no tuvimos más opción que empezar a vernos para lucubrar que estaba pasando con nuestros comportamientos y actitudes al no sentirnos  plenos, y asociar la felicidad con eventuales sucesos exteriores que nos aportara dichas y alegrías constantes.

Y así como pudimos depositar la fuerza en el otro y ser desdichados al no obtener la respuesta a nuestras expectativas, también logramos reconocer que la propia lucha de poderes no estaba profundamente con el otro sino en nosotros mismo. Nadie más que cada uno armó un diagrama de bandos, distinciones y, aunque sepamos que  aceptamos lo que nos dijeron , desde nuestra decisión podremos desandar los caminos laberínticos del raciocinio para dar paso a una manifestación más plena de quienes somos en esencia .

No se trata de arremeter contra el ego culpándolo de lo que  hizo cuando se formó actuando como le enseñaron, sino que se trata de comprender que el mapa mental construido tuvo sus bases en la información y programación que le llegó y que la misma mente es la única que puede desasnar para hacer el camino inverso.

Si aprendimos a captar lo que creímos que era lo más adecuado, aprendamos a desalojar los pensamientos que nos hacen daño y confunden al no ser coherentes con nuestro sentir. 
Pero para ello , es condición irreversible que junto con la decisión de transformarlos tengamos que vivenciar en todos los aspectos de nuestra vida la sumisión traducida en dolor desgarrante para poder sanarlos. Mientras queden dentro las manifestaciones serán distorsionadas y no sabremos de donde provienen pero si las dejamos ir, junto a la angustia, cada lágrima que deja su lugar va siendo ocupado por el amor del cuál estamos hechos. 

La lucha no es con lo que nos rodea, es con nosotros mismos, y mientras afrontamos la batalla , es importantem saber que estamos siendo protegidos por la sabiduría del alma que Dios depositó en el alma.

Si buscamos entre los grandes maestros de la humanidad vamos a observar que la templanza fue el mayor don manifestado y que la entrega a lo que venía,  fue dejar que los acontecimientos pasaran sin poner lucha de egos por el camino.

Jesús ya había hecho su propio trabajo de desandar y junto con sus emociones se liberó de sus propias rejas del dolor al entregar su vida a Dios. La puja de poderes con los sacerdotes, fariseos y quienes lo sentenciaron no existió desde lo mental y la calma fue su mayor virtud . Vino a implementar una  nueva manera de ver la vida y otra nueva forma de comunicarse. 

Las palabras cuando se logró trascender lo que creíamos que eramos pasa a ser una progresión natural del alma que se comunica con ella misma y con los demás desde el amor más puro.

Todos tenemos la sabiduría,  pero estará en nosotros elegir como nos vamos a manifestar.
La respuesta está ahí, en nuestro propio interior y así como la mente fue ágil al momento de sobresalir para su bienestar ,dejemos que actúe nuevamente pero desde la visión  de acompañar la faceta espiritual que todos tenemos para formar la unidad con nosotros mismos y con los que están haciendo su propio trayecto para poder, definitivamente experimentar como es ser un alma con un cuerpo humano e integrar las distintas dimensiones que conforman el Universo de Dios..

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