domingo, 15 de abril de 2012

Desandar las lágrimas del amor

Cuando somos pequeños tenemos una manera de manifestar nuestros infortunios a través del llanto, pidiendo con sollozos que nos miren,  vengan a consolar y den el gran abrazo que nos cobije en el amor más grande que nos haga volar hacia el infinito.

Ya de grandes, aprendimos a controlar lo que nos angustia, a disimular las adversidades y a figurar como que nada está pasando pero, sin embargo, muchas veces nos escondemos a llorar como niños que se desahogan de las penas por medio de esas  lágrimas que desconocen  al adulto en cuanto a sentimientos se refiere.

Nuestra mente pasó por todas las capacidades y enseñanzas  posibles, aprendimos a fortificarnos , a defendernos, a ir hacia adelante, a levantarnos después de cada caída, pero nuestra alma no requirió de estímulos externos para crecer y seguir vibrando en ese amor puro y transparente que todo lo puede con solo desearlo.

 La esencia es única y no necesita de aprendizajes para las resignificaciones  porque posee la sabiduría innata del amor etéreo que se manifiesta en sí misma y cuando las emociones captan ese amor desde su plano  lo traduce como infelicidad y lágrimas de amor  por no tener el afecto a su lado. 

Y si queremos ir más allá pudiendo dejar que esos sollozos también nos enseñen, podríamos rescatar y exaltar el valor de las emociones que nos muestran desde nuestra condición humana, las cualidades que tenemos  sin  descalificar por ser más o menos valiente,  ni más o menos sensible.

Recorrer  nuestra naturaleza desde el plano físico nos muestra que el cuerpo también tiene la efectividad y ternura que  emana desde el alma. Como unidad se complementan siendo receptiva desde todas sus facetas y manifestando desde su emotividad la desazón del desamor. 

El alma no sufre los vaivenes emocionales porque está inserta en las esferas de Dios pero el cuerpo, con su naturaleza humana cuando no logra trascender lo finito , exterioriza la más delicada ofrenda de amor pura y sana que toca lo sublimidad del alma.

Nada está fuera del lugar donde Dios lo puso. Las movilizaciones internas hacen que nos conozcamos desde todas nuestras dimensiones para dejar de sentenciar lo bueno y malo que una vez aprendimos a discriminar.

Las estados emocionales, los sentimientos y las sensaciones se entrelazan unos con otros ilustrando la conformación del ser en cuerpo, mente y espíritu y el día que podamos definitivamente darnos cuenta de ello las lágrimas dejarán de sentirse como  dolor para transformarse en las lágrimas del amor eterno que resurge nuestro Ser para permanecer por siempre en la Eternidad.

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