Después de nuestro itinerario doloroso y en algunas ocasiones gozoso, donde fuimos entregando e intercambiando las emociones, sensaciones, sentimientos, intentando comprender qué separa unos de otros y si en verdad algo las distancia, estamos ante la posibilidad de poder ser espectadores de nuestra propia vida.
La ofrenda de los dos extremos del dolor y amor de lo que hasta ahora veíamos como opuestos, nos sitúa en dejar al descubierto nuestra esencia del alma que mora en el ser de cada uno y que quedó muchas veces sólo como un anexo secundario por no poder ver y palpar con nuestros sentidos humanos.
Cuando en muchas oportunidades creímos que nos quedamos sin vida por entregar todo, lo que sucedió en realidad, fue sólo el cambio de muchas capas que nos ha tapado desde hace tiempo, pero que están dando paso a una visión más amplia de quienes somos en realidad.
Tener que utilizar palabras que concuerden para definirnos, roles que cumplir en una sociedad, interpretaciones diversas mientras vamos aprendiendo no significa que tengamos que caratularnos como lo que, por nuestra faceta humana, tenemos que mostrar. Nuestro sitio dentro del mundo terrenal es a través de un recubrimiento formado por cuerpo y mente que responde a las necesidades básicas, requerimientos de abrigo y orden y emociones manifiestas o escondidas que nos marcará el rumbo a seguir, pero no por eso tenemos que ser prisioneros de ese camino necesario para nuestra supervivencia pero inútil para la comprensión de nosotros mismos en profundidad .
Entender que como unidad podemos estar en muchos lados y planos al mismo tiempo, nos deja entrever que podemos estar cumpliendo determinados requisitos, pero que no nos denomina en la actividad y rol que estamos llevando a cabo.
De este modo no se trata de negar nuestra condición humana sino de elevarla y adaptarla , y si pudimos ir dejando por el camino las diferentes actuaciones, significa que podemos entremezclar el afuera y el adentro, el arriba y el abajo sin por ello sentir que estamos perdiendo nuestra esencia divina de Dios adquiramos una forma u otra.
Si podemos afirmar, llegado el momento, que quizás aparezca el dolor como resabio, o temores como aprendizaje de una conducta acotada que perteneció a algún período de nuestras vidas pero no por ello creer que somos eso, estamos elevándonos mucho más que lo que creemos porque la visión comienza a partir de un enfoque distinto donde no existe el sufrimiento.
Analizar y confirmar luego del análisis que las conductas limitadas nos pertenecen sólo como parte de un aprendizaje en la escuela de la vida, es entender definitivamente que somos LIBRES y que detrás de todo ese padecimiento, apariencias y miedos Dios tenía algo grandioso por mostrarnos y regalarnos.
Cuando nuestra vida va para cualquier lado y a su vez no va para ninguno podemos aseverar que ya nada nos ata desmesuradamente a este plano más que el anhelo sin tensiones de poder gozar una vida plena y completa con el AMOR como base y sustento de nuestro caminar.
No hay expectaivas por cumplir , ni nuestra vida pierde significado cuando lo que deseamos desde nuestra adorable e inocente visión humana no se cumple. De ese modo el estar sin vida significa paradójicamente el llegar a recuperarla, porque ya no dependemos de nadie más que de nuestra faceta íntegra que tiene la sabiduría y respuestas a nuestros interrogantes.
Y así como el velo se va corriendo para dar paso al reconocimiento propio primero y luego el de los demás , así también podemos comprender, bajo la luz de Dios que nos ilumina por siempre nuestras vidas, que lo que nos llega como indiferencia de los que nos rodean no es maldad ni apatía, sino otro nivel de conciencia que está buscando unirse al resto sin poder por ahora lograrlo. De esta manera no hay distinción entre el bien y el mal, ni el odio y amor , sólo hay grados de separación momentánea que alguna vez dejará de serlo para completar la Unidad de Dios.
Comencemos por nosotros y brillemos aún en la mayor oscuridad porque esa luz puede ser atraída por quien está haciendo el mismo camino conformando los reflejos del Amor que somos, que a su vez atraerán más luces que se irán acercando hasta armonizar entre todos y formar la Eterna Luz sagrada del Infinito de Dios. Sólo en El podremos SER verdaderamente felices y el día que podamos comprender definitivamente de qué se trata , sorpresivamente lo utópico empezará a ser real y lo ideal algo para ser vivido.
Y esa mágica atracción magnética y la unión en Su Amor será el logro final que hará que podamos concluir, en la mayor calma y dicha en el RECONOCIMIENTO FINAL para ir juntos hacia la Eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario