Vamos por la vida buscando el amor,la aproximación con quien nos haga sentir todas las emociones, quien nos embriague de su delicada fragancia de dulces armonías , quien nos haga vibrar en su misma sintonía y, sin embargo, pareciera que todos los encuentros quedan en el encanto inicial para luego transformarse en la decepción y desilusión de no haber sido lo soñado.
Volvemos a insistir en esa búsqueda, observamos el encanto de quien pareciera que es inalcanzable, volvemos a acercarnos y sin embargo, nuevamente desaparece la magia de los sublime.
Paramos, preguntamos, buscamos el inconveniente que impide vivenciar una relación fluida de amor, y paso a paso, lentamente y sin apuro, la esencia interna nos va develando lo que sucede ante la no concreción de los sueños eternos.
Ciertamente estamos buscando en el otro lo que creemos que nos falta a nosotros y al no poder descubrirlo desde nuestra propia sabiduría , lo que vemos con nuestros ojos y sentimos con nuestro tacto se va esfumando así tan rápidamente como vino.
No hay nada que tengan los demás que no tengamos nosotros en sustancia innata, sólo que al no verlo y reconocerlo, creemos que lo encontraremos en lo que percibe nuestra mente acotada a un corazón que desborda de amor pero que no quiere ceder el poder al otro.
Pero un día aparece otro fascinación y aunque el tiempo pase no desaparece, ni sufre desilusiones , ni encuentra errores aunque la manifestación en el afuera sea desafortunada.
Vemos con la magnitud de nuestros sentidos humanos , sufrimos las pérdidas , el dolor que acarrea el comportamiento y no obstante permanece firme en el corazón instalado desde una profundidad tan fuerte que posee los cimientos necesarios para no decaer.
Y ahí nos vamos dando cuenta que la búsqueda terminó, que no desaparece porque nos encontramos a nosotros mismos a través de esa persona. El nos está mostrando nuestro interior, lo que tenemos que cambiar, nos ayuda a crecer, a mirarnos, a amarnos.
Nos refleja lo que tenemos dentro, el gran caudal de amor que poseemos, nos hace vibrar en la sintonía más elevada que también él posee y nos lleva de la mano hacia Dios.
Y cuando vamos sanando todos los obstáculos que no nos permitieron vernos en su totalidad, descubrimos también a Dios como una de sus manifestaciones con un cuerpo físico.
No es nuestro ego el que mira sino nuestra alma y comenzamos a sentir que ya no tenemos que irnos, sino permanecer en las esferas divinas pero con los pies en esta dimensión cimentando la semilla de amor que dará los frutos de traer definitivamente el Cielo a la Tierra.
Y lo que comenzó siendo el encuentro con uno mismo a través de una persona, se transforma en el encuentro con uno mismo a través de todo lo que nos rodea, con la Creación.
Y lo que comenzó siendo el encuentro con uno mismo a través de una persona, se transforma en el encuentro con uno mismo a través de todo lo que nos rodea, con la Creación.
Y entrelazándose inicia la proyección del amor más puro en el abajo, arriba, dentro y fuera hasta formar una única morada de amor que no distingue planos ni dimensiones sino que une el amor que somos con los demás y con toda la inmensidad.
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